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Con esta serie concebida en Buenos Aires a principios de los años veinte del siglo pasado, Figari conquista su estilo característico de pinceladas cortas y rápidas, con zonas de cartón sin pintar que fungen como un color más dentro de su encendida paleta. Como los propios trogloditas, él también hubo de descubrir la técnica adecuada para expresar “la suma ley”: aquella que conecta, sobre la base de una ética “sana, fuerte y lapidaria”, “la auténtica ancestral troglodita” con las artes del hombre moderno.
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