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Una copia genuina
Vincent Van Gogh (Zundert,1854 - Auvers-sur-Oise, 1890) nunca estuvo en Uruguay, pero sí, al menos, uno de sus maravillosos cuadros. La historia es digna de contarse. Un joven uruguayo aspirante a músico llamado Milo Beretta (Montevideo, 1870 - 1935), viaja a Europa para estudiar piano. En París traba amistad con el escultor italiano Medardo Rosso (Turín, 1858 - Milán 1928) a quien ayuda a sobreponerse de una crisis anímica. Milo finalmente se decide por estudiar pintura y Rosso vuelve a crear para transformarse en uno de los escultores más importantes de su generación.
Con el tiempo no solo le regala a Milo algunas de sus esculturas (que serían años después robadas en Montevideo) sino un cuadro de Vincent que tuvo oportunidad de elegir entre cientos, La diligencia de Tarascón*, cuando, recién fallecido Van Gogh, sus obras aún no eran apreciadas. Beretta expuso mucho tiempo esa pintura que trajo de Francia en su taller de la calle Lugano, en el Prado de Montevideo, junto a otras de grandes artistas franceses contemporáneos, algunos de ellos amigos personales, como Édouard Vuillard (Cuiseaux,1868 - La Baule-Escoublac, 1940) y Pierre Bonnard (Fontenay-aux-Roses, 1867 - Le Cannet, 1947). En vida Milo no se desprendió de la “La diligencia de Tarascón” (años después de fallecido fue vendida al extranjero) y realizó una copia a mano de la pintura de gran calidad técnica.
Dicha copia se exhibe en el Museo Figari acompañada de otras diligencias pintadas por autores uruguayos –nada menos que Figari y Barradas– posiblemente influenciados por la pintura del célebre artista holandés.
* "La silla de posta de Tarascón" (óleo sobre lienzo, 72 x 92 cm) tal el título con la que consigna la obra Ingo F. Walther y Rainer Metzger en Van Gogh. La obra completa: pintura (Taschen, pág. 443, Madrid, 2006) fue pintada en Arles en octubre de 1888 (el mes que llega Gauguin a pasar una estadía junto con el holandés) y actualmente se encuentra en New Jersey, en el Princeton University Art Museum, como parte de la colección de Henry and Rose Pearlman Fundation.
Milo Beretta. "La diligencia de Tarascón", óleo sobre tela, 72 x 91 cm. Colección particular. Foto: Pablo Bielli
Fue como si hubiera recibido un mazado en la cabeza
“Mi Van Gogh es bien auténtico por cuanto yo lo conservo en mi poder desde el año 1894. Y ese cuadro vino a mi poder en esta forma. Cuando yo lo conocí a Rosso, muchas veces quiso cerciorarse de si era yo bien sincero en mis apreciaciones de arte o si no hablaba más que por snobismo. Una de las pruebas a las que me sometió después de poco tiempo de conocerme y cuando ya había empezado a estudiar escultura con él fue esta.
Saca un día una tela de atrás de un mueble. Tela llena de tierra con varios agujeros, sin marco y sin firma alguna. La impresión fue como si hubiera recibido un fuerte mazado en la cabeza. Me preguntó si me parecía buena o no y yo le dije que no sabía. Que necesitaba tiempo para estar seguro. Yo estaba atraído hacia ella, pero el temor de una broma me hacía cauteloso.
Volví al otro día a verla. La contemplé mucho tiempo pero todavía sin declararme. Al tercer día me dijo que dijera simplemente si me gustaba o no. Peor, le contesté, porque para eso tengo que estar bien seguro. Pero ahora sí que podré decir una gran barbaridad, será tal vez una burrada, pero estoy seguro. Si me equivoco tú me convencerás de lo contrario.
–Pero di de una vez lo que piensas, vamos. – Ahora estoy bien seguro de que para mí, por lo menos es la obra de un enorme talento. – Por fin, veo que lo comprendes. Bien, Como tú pintas, te puede servir, llévala para tu casa porque aquí va a concluir por estropearse del todo.
– Pero de quién es? – De un pintor que murió hace poco, holandés. Dejó todos sus cuadros al marchand que le vendía sus colores, le Père Tanguy yo lo vi, fui el primero que le dije que era la obra de un genio y gracias a eso, me dijo que eligiera uno. Como yo recibía la visita de millonarios rusos y norteamericanos, se encontraba alguno loco como yo para pensar que valieran algo, que se lo enviara que tenía trescientos para venderle.
Entonces Rosso empezó por hacer una eliminación que duró unos ocho días al fin de los cuales le dijo al marchand, bueno me quedo con este, y se llevó las diligencias a su taller, encantado y las colgó en el centro de la pared principal muy orgulloso. Pero empezaron a llegar amigos y escandalizarse a tal punto que después de haber discutido lo indecible, haberse enemistado con muchos, cansado ya de tanto batallar, concluyó por tomar el cuadro y echarlo detrás de un armario para poder vivir un poco tranquilo.”
De los diarios manuscritos de Milo Beretta (1932-1935)