La pasada madrugada del lunes 7 de noviembre falleció Magdalena Figari Lussich, señora de Olaso (Montevideo, 1940 - 2016). La Dirección y el equipo del Museo Figari expresa su más sentido pésame y las condolencias a familiares y amigos.
A partir de una tarde de otoño de 2010 en que cruzó las puertas del museo por primera vez, recién abiertas al público, Magdalena (Maca para los amigos) se convirtió en una entusiasta del museo y no tardamos en proponerle que se acercara a la Asociación de Amigos, por entonces, apenas la expresión de un deseo.
Maca fue, por tanto, la fundadora y la Presidente de la AAMF por tres períodos, y su candidatura nunca estuvo siquiera en duda. Poseía el don de la simpatía y una enorme fortaleza anímica que se traducía en acciones concretas para el fomento del mismo y en la formulación continua de propuestas. Le encantaba organizar charlas y eventos. Le gustaba mucho participar de las fiestas en donde se tocara candombe y, en especial, de las actividades para niños que promovió con auténtica alegría. Incluso llegó a "institucionalizar" el cumple de Figari, ya que el natalicio del ilustre pintor coincide habitualmente con las vacaciones de invierno de la escuela. Así se fue dando esa peculiar sintonía: los niños celebran con talleres y juegos y sobre el final se sirve una gran torta que comparten entre todos, niños y grandes, con cantos incluidos, en recuerdo del pintor. Maca participaba y su rostro se iluminaba con la alegría de los chicos.
Magdalena Figari era la última nieta de Pedro Figari, hija del benjamín de la familia Figari-Castro, Pedro o Pedrito como le decían para diferenciarlo del padre pintor. Y si bien no llegó a conocer a su famoso abuelo, creció en la casa en la que éste pasó sus últimos años: se crió escuchando las anécdotas familiares de primera mano de su padre y de sus tías (las hijas del pintor y hermanas mayores de Pedro hijo), entre las pinturas y los objetos que su padre atesoró por mucho tiempo. Recordemos que la mayoría de los hijos, incluidos Pedrito, acompañaron al pintor en sus andanzas bonaerenses primero y luego parisinas y tan es así que Pedrito, el padre de Maca, se ganaba la vida como profesor de francés, idioma que aprendió desde muy joven y perfeccionó en sus estadías en Francia.
Era una mujer de fuertes creencias religiosas y de arraigadas convicciones políticas. Sin embargo, jamás existieron roces con la institución del Estado, laico por definición. Al contrario, manifestó su apoyo incondicional a la programación del museo y de sus actores provinieran de las tiendas que provinieran, porque era consciente que los fenómenos culturales trascienden los colores partidarios y las ideologías. Una clara muestra de esta forma mentalmente abierta de ser y de actuar, quedó de manifiesto por reciprocidad cuando el homenaje que el museo le tributó el 12 de abril de este año. Al mismo concurrieron personalidades de la cultura y los más altos mandatarios de todos los sectores políticos que se hicieron presentes para rendirle un merecido y cariñoso homenaje.
En esa velada Maca dio la nota con una inesperada donación: una caja conteniendo los pomos de pintura originales utilizados por Pedro Figari para sus cartones y una serie de pinceles y espátulas empleados por el genial artista. El material, de valiosísimo interés histórico y testimonial, perteneció a la familia de Magdalena por más de 80 años y en un gesto que la distingue en su enorme generosidad, pasó a integrar el acervo estatal, es decir, el patrimonio de todos los uruguayos y de los extranjeros que nos visiten.
"El museo es mi segunda casa", nos decía orgullosa, sabedora que era -y será por siempre- un verdadero cimiento en la consolidación de este museo dedicado a la figura de su admirado abuelo. Decir que la extrañaremos siempre y que estará su recuerdo vivo entre nosotros puede sonar a lugar común, pero es también una verdad, dolorosa y certera. Nos hará mucha falta. Esperamos poder seguir estando a la altura de sus sueños y de su alegría, y que su luz nos ilumine.