En el pincel de Figari
Pedro Figari es conocido como un “pintor de candombes”, pero realizó muchísimos otros temas, escenas de campo, bailes criollos, personajes en el circo y corridas de toros. Sucede que nadie antes que él, y quizás tampoco después, supo transmitir con tanta intensidad en sus pinceles, la alegría y la sabiduría que emana de esta fiesta.
Como otros años, este verano el Museo Figari vuelve a disponer un sector dedicado al Día de Reyes. Este sábado 6 de enero es feriado y el museo no abre al público pero este sector permanecerá en exhibición durante todo el verano. Allí se puede ver la secuencia de acciones que sucedían antaño el 6 de enero (de principios hasta mediados del siglo XIX) según las evoca don Pedro Figari en sus pinturas. Las diferentes naciones de la comunidad afro se reunían para celebrar la elección de sus representantes, el Rey y la Reina, que visitaban en carruaje al gobernador de Montevideo. Antes y después bailaban candombe.
Pedro Figari "A casa del gobernador", óleo sobre cartón, 34 x 74 cm. Acervo Museo Figari
“Los candombes empezaban en Navidad; su apogeo lo alcanzaba el día de Reyes, y duraban los tres domingos siguientes. La gran fiesta era el 6 de enero, día de San Baltasar, el Rey Negro de la leyenda bíblica. Duraban las fiestas tres días seguidos y tenía lugar la consagración del Rey. Antes de empezar las fiestas, recorrían la población solicitando dinero, levitas, galeras, cinturones, collares, cintas y todo cuanto pudiera servir para ataviar con lujo al Rey, así como, el salón apropiado para festejar el acontecimiento.
Como se les miraba con indulgencia y simpatía, las contribuciones llovían en abundancia […] Después eran las visitas protocolares de cortesía a las familias, recorriendo la ciudad, para terminar con la visita al Gobernador y autoridades, que los recibían deferentemente, haciéndoles toda clase de regalos. El Rey y la Reina eran negros ‘libertos’; no eran esclavos, cuyos oficios alternaban entre cocineros, lavanderas, planchadoras; todos servidores de buenas y distinguidas familias.
De tarde eran las fiestas en los candombes; duraban tres días, para lo cual los patrones concedían un permiso especial y éstos se entregaban al baile, tan incansables para el trabajo, como para el consagrado candombe.
Fuera, en el patio, se encontraban bancos colocados en cuadro; la concurrencia llegaba vestida con sus mejores galas; enaguas almidonadas, amplias polleras de percal y zaraza, mezclados con sedas de fuertes colores y perfumadas con la antigua Agua Florida. Muy señoronas y empaquetadas, las negras daban lo mejor de su legendaria cortesía, y recibían la visita de las familias que iban a saludar a sus servidores, a quienes habitualmente se les llamaba con el nombre de ‘tío’”.
Miguel Ángel Jaureguy. El Carnaval de Montevideo en el Siglo XIX, ediciones Ceibo. Montevideo, 1944.