Destacados
Cuando el martes 4 de noviembre el museo reabra sus puertas, será puesta en exhibición la última adquisición del Museo Figari: el óleo sobre cartón “Llega la góndola”.
Las piedras expresivas, los indios, los jugadores de bochas, las escenas de circo, no están, ciertamente, entre las series pictóricas más conocidas de Pedro Figari. A este grupo de los “raros” pertenecen los Paisajes de Venecia, serie más extraña aún que las precedentes, ya que no se aviene a la razón costumbrista ni al enfoque evolutivo, es decir, a la preocupación filosófica de Figari por signar un proceso en la escala del desarrollo vital, que lo mismo lo conduce a animar las piedras con valores humanos como a imaginar el modus vivendi del hombre de las cavernas.
No, los paisajes de Venecia evidencian una inquietud eminentemente pictórica, con un pretexto de corte social, esto último en el sentido humorístico en que registra las fiestas de salón del período colonial. El empaque de las figuras, los rituales sociales de la riqueza, sus luminarias y afectaciones, llaman al pincel evocativo de Figari. Una excusa perfecta para distribuir el color con sabiduría, para esbozar una luz sutilísima que impregna el cartón con fulgores de aurora.
Llega la góndola
Pedro Figari
Óleo sobre cartón
34 x 48 cm
Firma al margen inferior derecho.
Registro de C. A. Herrera Mac Lean.
Serie XVIII L.A. N° 281
El Museo Figari, por intermedio de la Dirección Nacional de Cultura adquirió recientemente para el acervo estatal esta pieza titulada Llega la góndola, en donde la superficie acuosa es apenas sugerida por tonos azules, morados y cobaltos que se mezclan con la embarcación, y las vestimentas oscuras de los gondolieri y el arminio de algún personaje eclesiástico modulan el timbre colorístico de la composición.
La arquitectura palaciega de la Serenissima Repubblica también está apenas insinuada, con la característica perspectiva frontal de la pintura de Figari y vastos sectores del cartón sin tocar, como un color más. Toda la escena está esbozada, sugerida, “cantada” con el lenguaje de los pinceles, con plasticidad y un sentido de la simetría poco frecuente en la producción figariana, pero que determina una vez más la flexibilidad creativa y la habilidad del artista para iluminar un instante con escasos elementos, que no menguan, sin embargo, el poder de la evocación ni la expresividad de su pintura.